
La plomiza y tibia bruma,
trina al oído secretos.
La plomiza y suave caricia de un dedo,
húmedo y frío en la nuca,
te despierta en un salto tétrico.
Vaya, solo era
la impertinente conciencia;
que había llegado justo en el momento
de la cosquillita en la panza.
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